domingo, 31 de marzo de 2019

Tiempo de perder y crecer


Lectura bíblica: Eclesiastés 3:1-11, 15
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. … tiempo de destruir; y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír… tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder… tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.” Extractos de Eclesiastés 3:1-8

Recientemente miraba en la pared, las obras de arte que hicieron algunos estudiantes de la escuela en donde trabajo. Me recordó a la misma réplica de Vincent Van Gogh que yo tenía cuando vivía en Puerto Rico. Me dio nostalgia porque fue el primer cuadro que compré cuando me mudé sola por primera vez y luego recorrió conmigo unos cuantos lugares donde viví después de casada. Cuando nos íbamos de Puerto Rico en el 2016, vendí unas cuantas cosas y muchas otras, las regalé. La réplica de Van Gogh la regalé a la escuela en donde trabajé por muchos años. Cada vez que entraba a la oficina donde estaba el cuadro me decía, ‘ahí dejé un poco de mí.’


Ver esas pinturas, me recordó Eclesiastés 3 y me hizo pensar: “aquel fue mi tiempo de perder”. No solamente perdí mis cosas materiales, perdí parte de mi familia y amistades que ya no vería, solamente a través de las redes sociales o cuando viajáramos. Perdí las playas y otros lugares hermosos de la Isla, que eran parte de mi vida. Perdí la facilidad de escuchar a la gente hablar en tu mismo idioma y encontrarte en un lugar que parecía la Torre de Babel. Perder; fue tiempo de perder. Sin embargo, este acto de desprendimiento me ayudó a acercarme a Dios, a confiar en su presencia y cuidado. Aprendí que Dios me ama, tenga o no tenga; haga o no haga; diga o no diga. Yo no tenía nada. No pertenecía a ningún lado. Aunque fue muy duro, fue un proceso de crecimiento que ahora está dando frutos apacibles (Hebreos 12:11).

Todos perdemos en algún momento. Hay personas que pierden un buen trabajo, un familiar o la salud. Hay personas que pierden la presencia de los hijos porque son adultos y viven sus propias vidas. Hay personas que pierden cosas tan simples como la llave del auto y no les permite llegar a tiempo una cita que tenían. Hay otros que se dan cuenta que parecieron perder el tiempo en algún negocio que fracasó. Es muy duro perder.

Cuando leemos Eclesiastés 3 muchas veces queremos la temporada de arrancar lo plantado, porque se hace difícil plantar. Preferimos la temporada de amar porque es muy duro aborrecer para luego perdonar y sanar. Queremos la temporada de reír y de paz porque a nadie le gusta la guerra y llorar. Pero, todas las temporadas llegan y lo importante es pedir a Dios la fortaleza para atravesar las difíciles y aprender de ellas; y agradecimiento por vivir las placenteras. 

 “Todo lo hizo hermoso en su tiempo” es parte del versículo 11, en el que concluye el escritor que el ser humano no comprende la obra que Dios ha hecho. Posiblemente no entendamos por qué lloramos o perdemos o vivimos en guerra. Pero el saber que Dios lo hizo todo hermoso en su tiempo, nos da la esperanza que el plan para nuestras vidas es infinito. Sólo le pido a Dios que nos restaure y nos ayude a cumplirlo. “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.” Eclesiastés 3:15     
Estas son la palma y el helecho, que la original estuvo
en nuestra boda y también la regalamos a la escuela.