miércoles, 26 de septiembre de 2018

“Sembré un árbol…”

                                                                             Lectura bíblica: Gálatas 6:1-10

En los pasados días fue la celebración de los Emmy’s Awards y el actor Henry Winkler ganó por primera vez un premio por su desempeño en la serie Barry de HBO. Su historia resaltó bastante porque además de ser un veterano y querido actor, lo primero que dijo es que utilizaría el “speech” que había preparado en 1976 cuando también fue nominado a un premio por la serie Happy Days. Aunque era una broma, su premio resaltó por su emoción y la trayectoria de trabajos que ha realizado. Fue uno de los grandes momentos de la noche.

Lo que me gustaría resaltar de este actor, fue una entrevista que le hizo ET antes de la entrega de premios. El reportero Kevin Frazier, le preguntó: “Después de mirar todos estos años desde Happy days y todo lo demás trabajos, y permanecer exitoso en Hollywwood, ¿Qué significa esto para ti?” Henry Winkler contestó: “Era mi sueño... cuando llegué a Hollywood en 1973, en mi mente, sembré un árbol y yo era su guarda bosque… y yo quería que ese árbol creciera alto y yo pudiera regarlo con agua y aquí estoy…” Su respuesta me impactó. Admiré la forma en que comparó de forma tan gráfica su trabajo con el crecimiento de un árbol. Admiré lo satisfecho que se sentía con todas las producciones en la que había trabajado por 45 años. Apenas comenzando su carrera, fue nominado para un premio muy importante y aunque no ganó, se sintió honrado con la nominación y continuó trabajando con calidad. Luego dijo sobre la nominación… “haya ganado, haya perdido…el miércoles comenzamos el ‘show’ otra vez…”

Me encantó su analogía. Sus palabras fluyeron con tanta candidez que se observaba su cara de satisfacción. Él ha trabajado por 45 años y ha recogido su fruto, tanto en reconocimiento como en valorización por su desempeño. Luego de escuchar la entrevista, me hice varias preguntas a mí misma: “¿qué estoy sembrando en mi trabajo? ¿Qué estoy sembrando en mi familia? ¿Qué estoy sembrando en el Reino de Dios?” Estas preguntas me hicieron reflexionar sobre hacia donde debo dirigir mis esfuerzos si quiero ver un buen fruto al final del camino. Otro aspecto que reflexioné fue: ¿Cómo reacciono ante los aparentes fracasos? ¿Sigo adelante “porque el show tiene que continuar”; o me siento en el camino a lamentarme? El ejemplo de Henry Winkler me confronta con la pregunta de cuál es mi actitud frente a la vida.

A mediados del siglo 1 d.C., el apóstol Pablo sembró por todo el imperio romano, el árbol de la enseñanza de la nueva fe en Jesucristo. Sus cartas inspiraron y amonestaron a cientos de personas que comenzaban en la nueva fe y a otros que luchaban con sus viejas creencias. En la lectura de Gálatas 6, Pablo exhorta a sembrar en el Espíritu que no es otra cosa que los valores mencionados en el capítulo 5, verso 22: amor, gozo, paz, paciencia…luego en el 6:10 dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” En nuestra familia, iglesia, trabajo, en nuestra propia vida; sembremos los valores del Reino de Dios.

Una vez escuché la predicación de una compañera pastora que decía: “La siembra inevitablemente trae una cosecha. Escojer sembrar para el Espíritu es una decisión de cada día.” Es cierto. Si nosotros identificamos algo que no anda bien o algo que queramos lograr, hagamos un plan. Por ejemplo, si queremos tener un huerto de plantas con frutos; sembramos semillas, echamos la cantidad de agua necesaria, le ponemos la luz adecuada y las cuidamos. De la misma manera, si queremos tener éxito en el trabajo, hacemos un plan para lograrlo. Si queremos que nuestros hijos sean personas de bien, los guiamos con los valores y las enseñanzas de respeto a sí mismos y a los demás. Si queremos expandir la palabra de Dios, ponemos a disposición nuestros talentos para servir a Dios.
Proverbios 12:11a dice: “El que labra su tierra, se saciará de pan…” esto es causa y efecto. Si queremos ver unos resultados, tenemos que esforzarnos en sembrar esa semilla.

Siembra semillas de esperanza, siembra un árbol que de sombra y buen fruto, siembra flores que
embellezcan tu camino y el de otros.

Para ver la entrevista a Henry Winkler en inglés, puedes ir a 
https://www.etonline.com/media/videos/emmys-2018-henry-winkler-on-being-nominated-45-years-after-starting-his-career

lunes, 10 de septiembre de 2018

Dispuesto y dispuesta a cambiar, parte 2: una decisión que va seguido de la voluntad


Lectura: 1 Corintios 9:24-27

Hace años atrás (2001 y aún antes de eso), yo estaba realmente obesa. Por ser una maestra y líder en la iglesia muy activa, el exceso de peso me hizo daño desarrollando escoliosis en mi columna y discos herniados en la espalda baja. Mi quiropráctica (excelente, por cierto) Glorimar Serrano, me confrontó con la necesidad de bajar de peso o sería necesario operarme de la columna vertebral. Con la ayuda de Dios, la nutricionista, ejercicios y Glorimar (cada vez que visitaba su oficina, ella me retaba y me preguntaba cuántos chocolates había comido ese día ) logré bajar 100 libras en un periodo aproximado de dos años. Realmente fue muy beneficioso en todas las áreas de mi vida; mi problema de la espalda estaba controlado.

Poco antes de irme de Puerto Rico, en el 2016, comencé a aumentar de peso. En realidad, llevaba tiempo comiendo lo que no debía y no hacía ejercicios con la frecuencia que necesitaba. Le cuento mi aflicción a Glorimar, mi mentora en este asunto de cuidar la salud y bajar de peso. Tranquilamente, ella me respondió: “No te preocupes, tú sabes lo que tienes que hacer.” Yo no hice nada más que reírme y aceptar que sí sabía lo que tenía que hacer. Ella también sabía, porque me había acompañado en el camino anterior.

La lucha con perder peso continúa. Voy con frecuencia al gimnasio, pero no veo los resultados que
deseo. Mi esposo George, que es un experto en hacer ejercicios, me acompañó un día y me dio su diagnóstico: estás haciendo el mínimo esfuerzo, tienes que pasar dolor, tienes que esforzarte.

Estas experiencias, el diálogo con Glorimar y la lección impresionista con George en el gimnasio, me hicieron reflexionar que yo sé lo que debo hacer para cambiar mi estatus actual. Que cuando estoy dispuesta a cambiar algo, es necesario ejercer la voluntad para hacerlo y no quedarme en la zona de “comfort”. ¿Cuántos de nosotros no estamos conscientes de lo que necesitamos cambiar y sabemos lo que hay que hacer, pero no lo hacemos? Sabemos lo que hay que hacer, pero nos cuesta comenzar a hacerlo.

Cuando Pablo le habla a la iglesia de Corintios en el capítulo 9, pone como ejemplo el esfuerzo y sacrificio que hacen los deportistas con la manera que los cristianos deben entregarse por el evangelio. Los deportistas se abstienen de cosas y hacen ejercicios para ganar una competencia. El cristiano corre la vida cristiana no al azar, ni dando palos a ciegas (v.26), sino esforzándose, estar consciente de lo que debe dejar para ganar una corona incorruptible (v.25).

Yo he caminado desde muy joven la carrera del cristiano. He comprendido que sí Jesús nos da la salvación y nos quita un gran peso de encima; pero la transformación se da en el caminar diario. Unos días mejores que otros, pero con la certeza que Dios nos acompaña. También, así como yo encontré a Glorimar y a George que me han ayudado en la tarea de bajar de peso; así mismo Dios pone en nuestro camino, personas que son de apoyo e inspiración para continuar la vida cristiana.

Estar dispuesto a cambiar implica que aceptamos que necesitamos un cambio y muchas veces debemos vencer nuestro orgullo y nuestros temores. A veces será fácil cambiar algunos aspectos de nuestra vida, pero en otros momentos tendremos que ejercer la voluntad y esforzarnos más. Sin embargo, qué maravilloso es saber que el Espíritu Santo intercede por nosotros: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” Romanos 8:26.

Les invito a cada día examinar nuestra vida e identificar aquello que debemos cambiar; pero sabiendo que no estamos solos, personas en el camino nos apoyan y el Espíritu Santo nos ayuda.