lunes, 30 de diciembre de 2019

Pasando por el otoño y el invierno


Lectura sugerida: Gálatas 5:16-23

Amo los colores del otoño. Es maravilloso ver la mezcla de tonos de anaranjados, amarillos, rojos y marrones. Un día salí del trabajo y fui al parque a contemplar la naturaleza. Era yo sola, sacando tiempo para mí y Dios en medio del ajoro diario.

Recuerdo a una persona que me dijo una vez, que le gustaba mucho el otoño porque era el momento de “bajar revoluciones”, de dejar atrás la excitación y mucha actividad del verano. Era el momento de sentarse a reflexionar en la vida que hemos tenido hasta el momento.  Eso hice yo, fui a contemplar la naturaleza y a reflexionar.

Observé la ciudad a la distancia, las hojas en el piso, el cielo nublado y las aves que parecían estar
emigrando. Sin embargo, me detuve en la imagen de un árbol que estaba frente a mí. Estaba totalmente sin hojas. De pronto sentí que yo debería hacer como ese árbol, dejar ir las hojas. “¿Qué significa?”, pensé. “¿Significa que tengo que morir como aparentemente ese árbol y luego nacer otra vez?” Esta es una pregunta parecida a la que le hizo Nicodemo a Jesús (encuentras esta historia en Juan 3:1-16). “Eso ya lo hice una vez, cuando acepté a Cristo en mi vida”, me dije a mí misma. Pero no se trataba de eso, se trataba que de ese árbol estaba vivo, agarrada sus raíces a la tierra, pero dejó ir lo viejo; las hojas secas, para así poder crecer algo nuevo. Ese árbol estaba preparado para soportar el invierno y florecer en la primavera.

Me di cuenta que dejar ir las hojas, significa aquellas cosas que no nos ayudan a crecer como personas y como cristianas y cristianos. Las hojas pueden llamarse miedo, desconfianza, malos hábitos, ansiedad, amargura, depresión, orgullo, adicción, viejo sistema de creencias, infidelidad… y la lista puede seguir… Yo le puse nombre a mis hojas, ¿cómo se llaman las tuyas? Detente un momento y piensa cuales son esas hojas que debes dejar ir de tu vida.

Luego del otoño viene el invierno. El invierno puede ser muy frío y oscuro, pero los árboles no mueren; resisten y se fortalecen para florecer en la primavera.
Pronto se acerca un nuevo año, una nueva oportunidad para dejar ir muchas malas experiencias y acciones destructivas y comenzar nuevamente en cero, con un plan para cumplir nuestras metas. Que Dios nos ayude a identificar esas cosas que debemos dejar ir, las hojas secas que no nos ayudan a crecer y a madurar. Verás  cómo reverdecerás y florecerás.

 Cristo es nuestro sol que nos alumbra en cada estación del año y nos ayuda a seguir adelante con fe.

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