Lectura sugerida: Gálatas 5:16-23
Amo los colores del otoño. Es
maravilloso ver la mezcla de tonos de anaranjados, amarillos, rojos y marrones.
Un día salí del trabajo y fui al parque a contemplar la naturaleza. Era yo
sola, sacando tiempo para mí y Dios en medio del ajoro diario.
Recuerdo a una persona que me dijo una vez, que le gustaba mucho el otoño porque era el momento de “bajar
revoluciones”, de dejar atrás la excitación y mucha actividad del verano. Era el
momento de sentarse a reflexionar en la vida que hemos tenido hasta el
momento. Eso hice yo, fui a contemplar
la naturaleza y a reflexionar.
Observé la ciudad a
la distancia, las hojas en el piso, el cielo nublado y las aves que parecían
estar
emigrando. Sin embargo, me detuve en la imagen de un árbol que estaba
frente a mí. Estaba totalmente sin hojas. De pronto sentí que yo debería hacer
como ese árbol, dejar ir las hojas. “¿Qué significa?”, pensé. “¿Significa que
tengo que morir como aparentemente ese árbol y luego nacer otra vez?” Esta es
una pregunta parecida a la que le hizo Nicodemo a Jesús (encuentras esta
historia en Juan 3:1-16). “Eso ya lo hice una vez, cuando acepté a Cristo en mi
vida”, me dije a mí misma. Pero no se trataba de eso, se trataba que de ese
árbol estaba vivo, agarrada sus raíces a la tierra, pero dejó ir lo viejo; las
hojas secas, para así poder crecer algo nuevo. Ese árbol estaba preparado para soportar
el invierno y florecer en la primavera.
Me di cuenta que
dejar ir las hojas, significa aquellas cosas que no nos ayudan a crecer como
personas y como cristianas y cristianos. Las hojas pueden llamarse miedo, desconfianza,
malos hábitos, ansiedad, amargura, depresión, orgullo, adicción, viejo sistema
de creencias, infidelidad… y la lista puede seguir… Yo le puse nombre a mis
hojas, ¿cómo se llaman las tuyas? Detente un momento y piensa cuales son esas
hojas que debes dejar ir de tu vida.
Luego del otoño viene el invierno.
El invierno puede ser muy frío y oscuro, pero los árboles no mueren; resisten y
se fortalecen para florecer en la primavera.
Pronto se acerca un nuevo año, una
nueva oportunidad para dejar ir muchas malas experiencias y acciones
destructivas y comenzar nuevamente en cero, con un plan para cumplir nuestras
metas. Que Dios nos ayude a identificar esas cosas que debemos dejar ir, las
hojas secas que no nos ayudan a crecer y a madurar. Verás cómo reverdecerás y florecerás.
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