lunes, 30 de diciembre de 2019

Pasando por el otoño y el invierno


Lectura sugerida: Gálatas 5:16-23

Amo los colores del otoño. Es maravilloso ver la mezcla de tonos de anaranjados, amarillos, rojos y marrones. Un día salí del trabajo y fui al parque a contemplar la naturaleza. Era yo sola, sacando tiempo para mí y Dios en medio del ajoro diario.

Recuerdo a una persona que me dijo una vez, que le gustaba mucho el otoño porque era el momento de “bajar revoluciones”, de dejar atrás la excitación y mucha actividad del verano. Era el momento de sentarse a reflexionar en la vida que hemos tenido hasta el momento.  Eso hice yo, fui a contemplar la naturaleza y a reflexionar.

Observé la ciudad a la distancia, las hojas en el piso, el cielo nublado y las aves que parecían estar
emigrando. Sin embargo, me detuve en la imagen de un árbol que estaba frente a mí. Estaba totalmente sin hojas. De pronto sentí que yo debería hacer como ese árbol, dejar ir las hojas. “¿Qué significa?”, pensé. “¿Significa que tengo que morir como aparentemente ese árbol y luego nacer otra vez?” Esta es una pregunta parecida a la que le hizo Nicodemo a Jesús (encuentras esta historia en Juan 3:1-16). “Eso ya lo hice una vez, cuando acepté a Cristo en mi vida”, me dije a mí misma. Pero no se trataba de eso, se trataba que de ese árbol estaba vivo, agarrada sus raíces a la tierra, pero dejó ir lo viejo; las hojas secas, para así poder crecer algo nuevo. Ese árbol estaba preparado para soportar el invierno y florecer en la primavera.

Me di cuenta que dejar ir las hojas, significa aquellas cosas que no nos ayudan a crecer como personas y como cristianas y cristianos. Las hojas pueden llamarse miedo, desconfianza, malos hábitos, ansiedad, amargura, depresión, orgullo, adicción, viejo sistema de creencias, infidelidad… y la lista puede seguir… Yo le puse nombre a mis hojas, ¿cómo se llaman las tuyas? Detente un momento y piensa cuales son esas hojas que debes dejar ir de tu vida.

Luego del otoño viene el invierno. El invierno puede ser muy frío y oscuro, pero los árboles no mueren; resisten y se fortalecen para florecer en la primavera.
Pronto se acerca un nuevo año, una nueva oportunidad para dejar ir muchas malas experiencias y acciones destructivas y comenzar nuevamente en cero, con un plan para cumplir nuestras metas. Que Dios nos ayude a identificar esas cosas que debemos dejar ir, las hojas secas que no nos ayudan a crecer y a madurar. Verás  cómo reverdecerás y florecerás.

 Cristo es nuestro sol que nos alumbra en cada estación del año y nos ayuda a seguir adelante con fe.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Al frente hay uno que nos guía


Era una tarde lluviosa para hacer ‘hiking’ en “Sleeping Giant State Park”. Pero como quiera fuimos. El sol había salido, así que no queríamos perdernos la oportunidad de caminar. La caminata de ese día, había sido la más difícil que habíamos encontrado hasta el momento. Había en el sendero muchas rocas, raíces y para hacerlo más difícil, estaba mojado. Mi esposo George tuvo que ayudar a Génesis, de siete años de edad, a pasar gran parte de la caminata. “Este es muy difícil”, escuché a Génesis decir.
En diferentes momentos del trayecto, Génesis iba muy cerca de su papá, pero en otros momentos se iba al frente; saltando, queriendo adelantarse como otras veces había hecho en otras caminatas.  En esos momentos George le decía: “espera, yo voy al frente, yo dirijo.” En otros momentos le dijo: “Toma mi mano… pisa donde yo pisé…mira bien.”
Ver a Génesis haciendo esfuerzos por hacer la caminata y ver el cuidado de George en las áreas sobre todo peligrosas, me recordó la relación de Dios con nosotros cuando estamos en nuestro diario caminar.
Hay partes del camino que son realmente fáciles. Disfrutamos la brisa, las flores y el camino derecho.
Hay otras partes que, aunque son escalonadas, ya las conocemos. Tenemos la experiencia y aunque pasamos trabajo, nos sentimos bien por nuestro gran esfuerzo.

Sin embargo, hay caminos rocosos y con grandes raíces que nos dificultan el caminar. Para colmo la maleza es espesa, el camino se ha puesto oscuro y nos aterra al caminar. En momentos como esos, debemos recordar lo que dice Isaías 30:21:
Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.” (VRV) ¡Qué palabra tan alentadora! Escucha esta otra también en Isaías, capítulo 45, verso 2: “Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos;” Ambos textos no nos dicen: “quédate sentado en lo que te resuelvo…” ¡No!, nos dice camina; camina y en el camino enderezaré lo torcido. Llega hasta la puerta y yo la quebrantaré. ¡Qué palabras tan poderosas!
¿Sabías que ambos textos Dios se los dio al pueblo de Judá en medio de la invasión de los asirios y luego su inevitable cautiverio a Babilonia? Fue un momento de gran crisis, pero en medio de ella, Dios mostró su gran fidelidad. No sé en que parte del camino te encuentras, pero cual quiera que sea, Dios está en medio de ti. Te da hermosas promesas y palabras de aliento para seguir caminando. Jeremías 29:11 dice: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.” (VDHH)

Sea que te hayas detenido en el camino para tomar un respiro, porque estás extenuada o necesitas
“amarrarte los zapatos”; no tengas miedo o camina aunque tengas miedo, al frente hay uno que nos guía. ¡Gracias Dios por tu compañía!

lunes, 26 de agosto de 2019

Sigamos la carrera


“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” Hebreos 12:1 – 2a

Este texto del libro de Hebreos ha sido significativo para mí en diferentes momentos de mi vida. Muchas veces, Dios me ha invitado a deshacerme del peso que no me deja correr la carrera. Pero hace poco, pude vivir en carne propia lo que significa caminar con tantos bultos que indudablemente me enseñó a querer andar liviana. Hace poco viajamos a Puerto Rico y en casa de mis padres, teníamos parte de nuestra mudanza. Intenté llevarme lo más posible y esto causó el viaje de regreso casi imposible… Imagíname caminando a través de todo el aeropuerto John F. Kennedy (¡que es enorme!) con un montón de bultos y maletas. ¡Fue horrible! (¡No le pregunten a mi marido, please!) Durante la caminata a través del aeropuerto recordaba el libro de Max Lucado, Aligere su equipaje (Traveling light). Esa frase retumbaba en mi mente todo el día…
Pero lo principal que quiero compartir hoy es una reflexión que escribí hace muchos años atrás para una de las clases del Seminario.  El relato está basado en Hebreos 12:1-2 y trata sobre mi propia experiencia de lo que observaba día tras día mientras iba a caminar al parque con mi hijo mayor, que apenas tenía un año. Es uno de mis escritos que más atesoro, además de fortalecerme. Espero que sea de inspiración a tu vida.
Una joven madre apaga el televisor. Está cansada de las malas noticias.
“Tantos suicidios en lo que va del año”, “tantos casos de violencia doméstica”
“Duros enfrentamientos entre obreros y policías.”
“Advertencia de lo que podría ser un ataque terrorista.”
Es mejor apagar el televisor. Está cansada de una cultura de miedo.

Prefiere hacer lo de casi todas las tardes,
Se cambia de ropa, se pone los tenis, sienta a su pequeño en el coche,
es hora de ir a caminar.
Bajando la cuesta, observa las casas. ¡Cuántas casas diferentes!
Casas grandes, casas pequeñas.
Casas con patio, casa con perros.
Algunas con gente, y otras sin gente.
El niñito de la joven madre señala sonriente a los perros que ladran,
trata de imitarlos y quiere ir donde ellos.
Señala los aviones que ve en el cielo…

La madre observa a su niño conmovida.
¡Qué inocencia tan pura la de los niños y niñas!
Son un pedazo de Dios.
¡Con razón la gente sonríe cada vez que los ven!
¿Qué hacemos con nuestros niños y niñas?
¿Los estamos cuidando?
¿La iglesia le dedica tiempo y le permite espacio?

Envuelta en estos pensamientos,
la joven madre y el niño llegan a la esquina del parque.
Allí, en la casa de enfrente, está la señora,
Como todas las tardes, sentada en el sillón, en el balcón de su casa.
Pensando a lo mejor en lo que fueron mejores tiempos,
cuando su marido no era un veterano de guerra.

La guerra, que procura la paz y no la logra.
La guerra, que se justifica por intereses económicos.
La guerra que daña a tanta gente;
como a ese hombre que ha perdido su camino.

¡Qué triste es ver a su amado con la mente desgastada!
Actuando como un niño a veces, y otras como un adulto.
Qué triste esa carga.
¿Acaso todos no tenemos cargas? ¿Cuál es la tuya?
La joven madre empuja el coche de su bebo como una gran carga.
Está muy cansada por el trabajo del día, pero quiere seguir caminando;
quizás eso la anime.

Por fin entra en la pista, y no está sola,
hay muchos otros que caminan como ella,
que también anhelan una mejor condición física.

Están los jóvenes que no caminan, corren.
Tienen la energía, la esperanza por desarrollar un mejor cuerpo.
Están los adultos maduros que caminan ligeros y firmes.
Tienen la experiencia, conocen el camino,
pareciera que conocen hacia dónde van.
Allí está la señora que camina en la dirección contraria a los demás.
La joven madre siempre se ha preguntado por qué lo hará.
Hay una joven que camina con lo último en el ajuar de hacer ejercicios,
además de sus modernos headphones con lo último en la música.
Hay quienes caminan hablando por su celular, intentando aprovechar el tiempo,
resolver la vida en un santiamén, algo tan característicos de esta sociedad.
A veces camina una pareja agarrados de la mano,
se acompañan en su travesía, conversan al caminar.
Por último, y quizás los más importantes,
Llegan los ancianos y las ancianas.
Su paso es lento, pero seguro. Es admirable verlos caminar.

La joven madre camina en silencio,
pensando en las deudas y en sus familiares enfermos.
Su niño la mira, pues escucha su silencio.
Parece que no le gusta y le habla en su jeringonza.
¿A quién le gusta el silencio? ¿A quién le gusta el silencio de Dios?
Tenemos demasiadas preguntas, queremos demasiadas respuestas.
¿Cuáles son tus preguntas? ¿Esperas en Dios por sus respuestas?

Entonces, la joven madre contempla la pista entera.
Se da cuenta que no va para ningún lado. Sólo da vueltas en la pista.
No sólo ella, la gente también.
Compara la pista con su vida.
¿Hacia dónde voy? Se pregunta.
Posiblemente te hayas hecho la misma pregunta: ¿Hacia dónde voy?

La joven madre de detiene un momento y piensa:
“Espera un momento… sí, espera un momento.”
“Caminamos en la pista con un propósito.”
“Nos ejercitamos, bajamos unas libritas, cuidamos nuestro corazón.”
“De la misma manera, camino la vida con un propósito.”
“¿Acaso he olvidado que hubo uno que caminó este camino?”
“¿Qué lo caminó por mí primero?”

La joven madre toma nuevas fuerzas para seguir caminando.
Porque hubo una nube de testigos que caminó ese mismo camino hace mucho tiempo.
Porque hubo Uno que con su sacrificio eterno nos dejó el ejemplo.
Él sufrió más de lo que nosotros podamos sufrir.
A pesar de las malas noticias.
A pesar de nuestras cargas.
A pesar de nuestros pecados.
La invitación está abierta:
“Corramos con paciencia…”
con perseverancia y fortaleza
“la carrera que tenemos delante…”
Camínala día a día… paso a paso… con disciplina.
“puestos los ojos en Jesús…”
Él es nuestro ejemplo de resistencia.
Él nos llamó a correr. No desvíes tu mirada.

La joven madre suelta al niño, y éste corre hacia la chorrera.
La madre lo mira admirada porque el niño busca sus primeros pasos de independencia.

La joven madre contempla el atardecer.
El ocaso ha llegado, es hora de regresar a casa.
La madre y el niño salen del parque.
Doblan la esquina, ven la misma señora en el mismo sillón.
Ven las mismas casas, oyen los mismos perros,
pero el color del cielo es diferente.
Sus colores rosados, anaranjados y azulados
le dicen que otro día ha terminado.
Pero con la esperanza de que habrá un mejor mañana.
Un mañana en el que seguiremos valientemente la carrera.
Para algún día exclamar como el apóstol Pablo dijo:
“He peleado la batalla…”
“He terminado la carrera…”
“He guardado la fe…”

¿Cómo te sientes en este camino?
¿Acaso te sientes solo? ¿Acaso te sientes sola?
Mira a tu alrededor, hay muchos corriendo contigo.
Hay alguien corriendo a tu lado que no te deja.
Se llama Jesús.

Porque algún día exclamaremos como el apóstol Pablo dijo:
“He peleado la batalla…”
“He terminado la carrera…”
“He guardado la fe…”

Detente un momento.
Toma aliento… y sigue la carrera.

domingo, 30 de junio de 2019

Llegando al mismo lugar por otro camino


He ido varias veces a “East Rock Park” en New Haven, Connecticut. Este parque es muy interesante porque es como una gran roca puesta en medio de la bahía y de la ciudad de New Haven. Cuando éramos nuevos en el área, me fijaba que cuando pasábamos por diferentes calles veía al final de las mismas una gran pared marrón. Luego en el tope veíamos lo que parecía una torre. ¿Cómo se llegará hasta allá arriba?, me preguntaba. 

Luego descubrimos que con el automóvil puedes bordear el bosque hasta llegar al tope.  
Verdaderamente la vista desde el tope es increíble y se pasa un buen momento con la familia y amigos.








A mediados de la primavera, mi familia y yo comenzamos a participar en grupo de la iglesia que hacen hiking (senderismo o excursionismo). Cada sábado vamos a un bosque diferente, disfrutamos la naturaleza y a la vez hacemos ejercicios. Un día, comenzamos la caminata en East Rock desde abajo. No usamos carro, simplemente, caminamos. Hicimos la caminata que llaman “The Giant Steps” porque son diferentes escaleras y tramos donde simplemente estás escalando la montaña. Reflexioné en las veces que habíamos ido en automóvil, y la comparé con nuestra caminata con el grupo de hiking. Demás está decir que fue más trabajoso, pero a la vez fascinante y gratificante al llegar tope y contemplar la belleza del lugar. Descubrí como llegar al mismo lugar; por otro camino.

Esta experiencia me ayudó a reflexionar en que a veces estoy acostumbrada a esperar que Dios haga las cosas de la misma forma; me lleve por el camino que conozco, por el camino que me hace sentir cómoda. Sin embargo, he aprendido que Dios nos lleva muchas veces por caminos que no imaginamos.  A veces nos enfrentamos con escalones gigantes que parecen imposibles de subir. A veces son senderos y cuestas que parecen interminables, que me hacen preguntar si alguna vez llegaré a mi destino.

Yo creo que cuando el camino parezca difícil de caminar o no sepamos que rumbo vamos a tomar, debemos orar a Dios: Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad;
Afirma mi corazón para que tema tu nombre.
(Salmo 86:11). Esa oración es necesaria en momentos de decisión, en momentos en que nos preguntamos que queremos hacer con nuestras vidas. Hacemos esa oración cuando tenemos sueños y anhelos; y queremos ponerlos en las manos de Dios. Es también una oración que hacemos cada día cuando queremos caminar en su voluntad. Es una petición a Dios, pero también es una afirmación que caminaremos en él.

Habrá momentos en que Dios nos indicará: “…Di a los hijos de Israel que marchen.(Éxodo 14:15). En otras ocasiones simplemente nos dirá: Estad quietos y conoced que yo soy Dios”. (Salmo 46:10); que no es otra cosa que descansar, caminar confiando en la provisión y acompañamiento de Dios.

Hace una semana, ¡aprendí una nueva ruta para llegar al tope en East Rock Park! Esta vez el grupo caminó por cuestas y caminos de asfalto. Un poco más sencillo que la vez anterior, pero igual de fascinante y bello. Dios me quiere mostrar una nueva forma de como llegar por otro camino. Enséñame, Señor…


sábado, 11 de mayo de 2019

LA MISION DE SER PADRES Y MADRES

"en el tope del mundo"

Siento que ser madre, ha sacado lo mejor y lo peor de mí. Lo mejor porque he vivido el cariño y la compañía que los chicos me ofrecen. Lo mejor porque he aprendido a tener un poco más de paciencia y tolerancia. Busco ser más organizada y me hace pensar cómo puedo mejorar aquellas cosas que identifico para mejorar. Pero, también ha sacado lo peor; como por ejemplo cuando trato de imponer aquellas viejas creencias que ya no funcionan. También cuando tengo diferencias con ellos, que parece casi imposible que llegaremos a un acuerdo, o cuando tenemos las luchas de poder. Muchas veces tengo el sentimiento de que soy la peor madre del mundo.

Al conversar con otras mujeres y lo que he visto en los medios, me doy cuenta que no estoy sola. Somos muchas que damos mucho de nosotras a nuestros hijos, pero en otros momentos quisiéramos salir corriendo porque la presión y los retos de criar son muchos. Leemos libros de crianza y nos preguntamos si alguna vez funcionará lo que leemos. ¡Qué pesimista me siento muchas veces!

Sin embargo, ayer vi esta foto que mi esposo George puso en Facebook.  “Eso es lo que hacemos con nuestros hijos, los llevamos al tope del mundo para que luego decidan como hacer sus propias vidas”, me dijo. Este pensamiento me impactó. Es como si Dios me dijera: “ofrece lo mejor de ti, pero recuerda que no te pertenecen, ellos decidirán y harán sus propias vidas”. Viene a mi mente nuevamente el texto de Proverbios 22:6: Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. Esta exhortación me impulsa a seguir adelante, a buscar ofrecer a mis hijos las mayores herramientas posibles para que puedan enfrentar los retos del mundo. Eso asusta, pero también viene a mi mente el texto de Isaías 41:10; que la convierto mi oración y la hago por mis hijos: No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Proverbios 14: 1, da un consejo a las mujeres y a la vez nos muestra cuán importante es su figura: La mujer sabia construye su casa; la necia, con sus propias manos la destruye. Wow! Una verdadera exhortación para todas… Los retos de criar son increíbles, y le pido a Dios cada día sabiduría, amor y alegría para dirigir a mis hijos con amor y firmeza.

Finalizo con esta experiencia que tuve con mi hija (de esas experiencias que te hacen decir, ¡qué bendición ser madre!) y la compartí hace unos años en Facebook:
“Esta mañana Génesis me hablaba sobre el ombligo. Tocaba el mío y yo le explicaba que esa era la muestra de que estuve pegada a su abuela. Luego le toqué su ombligo y le dije que esa era la muestra de que estuvo pegada a mí. Pude comprender que en esa unión del cordón umbilical era parte del secreto de ser madre. Esa unión nos conecta de una manera incomprensible. Las que hemos parido entendemos ese momento maravilloso cuando sale el bebé. ¡Estuviste dentro de mí por tanto tiempo! Sin embargo, ese es sólo el comienzo. Para aquellas mujeres que no han parido, pero son madres por opción, madrinas o tías, necesitan y tienen el mismo calibre de las que hemos parido. Necesitamos el mismo amor, la misma entrega, la misma paciencia, la misma sabiduría para criar nuestros hijos o sobrinos o hermanos o ahijados... Todas celebramos hoy este día bajo el reconocimiento. ¡Dios bendiga a todas las madres!
Buscando su propio camino

El mundo parece demasiado enorme para nuestros amados que están creciendo. No sabemos que nos depara los caminos. Pero, ¡confiemos! ¡confiemos en Dios! Nuestros hijos e hijas están en sus manos… ¡Y nosotras también!

domingo, 31 de marzo de 2019

Tiempo de perder y crecer


Lectura bíblica: Eclesiastés 3:1-11, 15
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. … tiempo de destruir; y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír… tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder… tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.” Extractos de Eclesiastés 3:1-8

Recientemente miraba en la pared, las obras de arte que hicieron algunos estudiantes de la escuela en donde trabajo. Me recordó a la misma réplica de Vincent Van Gogh que yo tenía cuando vivía en Puerto Rico. Me dio nostalgia porque fue el primer cuadro que compré cuando me mudé sola por primera vez y luego recorrió conmigo unos cuantos lugares donde viví después de casada. Cuando nos íbamos de Puerto Rico en el 2016, vendí unas cuantas cosas y muchas otras, las regalé. La réplica de Van Gogh la regalé a la escuela en donde trabajé por muchos años. Cada vez que entraba a la oficina donde estaba el cuadro me decía, ‘ahí dejé un poco de mí.’


Ver esas pinturas, me recordó Eclesiastés 3 y me hizo pensar: “aquel fue mi tiempo de perder”. No solamente perdí mis cosas materiales, perdí parte de mi familia y amistades que ya no vería, solamente a través de las redes sociales o cuando viajáramos. Perdí las playas y otros lugares hermosos de la Isla, que eran parte de mi vida. Perdí la facilidad de escuchar a la gente hablar en tu mismo idioma y encontrarte en un lugar que parecía la Torre de Babel. Perder; fue tiempo de perder. Sin embargo, este acto de desprendimiento me ayudó a acercarme a Dios, a confiar en su presencia y cuidado. Aprendí que Dios me ama, tenga o no tenga; haga o no haga; diga o no diga. Yo no tenía nada. No pertenecía a ningún lado. Aunque fue muy duro, fue un proceso de crecimiento que ahora está dando frutos apacibles (Hebreos 12:11).

Todos perdemos en algún momento. Hay personas que pierden un buen trabajo, un familiar o la salud. Hay personas que pierden la presencia de los hijos porque son adultos y viven sus propias vidas. Hay personas que pierden cosas tan simples como la llave del auto y no les permite llegar a tiempo una cita que tenían. Hay otros que se dan cuenta que parecieron perder el tiempo en algún negocio que fracasó. Es muy duro perder.

Cuando leemos Eclesiastés 3 muchas veces queremos la temporada de arrancar lo plantado, porque se hace difícil plantar. Preferimos la temporada de amar porque es muy duro aborrecer para luego perdonar y sanar. Queremos la temporada de reír y de paz porque a nadie le gusta la guerra y llorar. Pero, todas las temporadas llegan y lo importante es pedir a Dios la fortaleza para atravesar las difíciles y aprender de ellas; y agradecimiento por vivir las placenteras. 

 “Todo lo hizo hermoso en su tiempo” es parte del versículo 11, en el que concluye el escritor que el ser humano no comprende la obra que Dios ha hecho. Posiblemente no entendamos por qué lloramos o perdemos o vivimos en guerra. Pero el saber que Dios lo hizo todo hermoso en su tiempo, nos da la esperanza que el plan para nuestras vidas es infinito. Sólo le pido a Dios que nos restaure y nos ayude a cumplirlo. “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.” Eclesiastés 3:15     
Estas son la palma y el helecho, que la original estuvo
en nuestra boda y también la regalamos a la escuela.


miércoles, 27 de febrero de 2019

Caminando con la depresión


Lectura bíblica: Salmo 42
Hace unas semanas atrás leí la triste noticia de una joven profesional que se suicidó. Tenía un buen trabajo, vivía en una ciudad muy conocida, podía viajar a donde quisiera, pero escribió una nota a su madre que decía: “Lo siento, no puedo más con esta desesperanza que no se va”. La muchacha parecía estar en depresión y no lo pudo manejar. Cuando leí esta noticia de inmediato pensé escribir sobre mi experiencia porque yo viví en depresión, pero el estigma que muchas veces tenemos sobre esta condición, puso un freno en mí.

Sin embargo, hace unos días, un amigo pastor puso en su muro de Facebook una exhortación a orar por los pastores. Puso el enlace de una noticia de una joven pastora que se suicidó a causa de la depresión que no pudo manejar. Luego encontré otras noticias de otros 3 pastores en EU que se habían suicidado. El pastor hacía consciente, que los pastores son humanos y que también necesitan una mano en el hombro y palabras de aliento. Esta experiencia definitivamente me convenció de contar mi historia.

Yo viví por más de 10 años con depresión. Inmediatamente luego de dar a luz a mi primer bebé, vino un sentimiento de inadecuacidad increíble. Era maestra de educación especial, pastora de jóvenes, escribía lecciones bíblicas para un comité de mi denominación y era estudiante de maestría. Era nueva como madre y como esposa. Ese sentimiento de incompetencia ante tantas responsabilidades, y los problemas económicos, hicieron que me alejara de la gente poco a poco. A veces me dejaba ver, cumplía con mis tareas, pero me escondía. El sentimiento de estar en un pozo, era cada vez mayor. Por muchos años peleé conmigo y con Dios porque yo creía que orar y hacer las cosas correctamente, todo siempre saldría bien. Con esa idea y con el sentimiento de que a todos le iba bien excepto a mí, quedé enredada en la tela de araña de la amargura. (Escribí un poema sobre esta experiencia. Está en la reflexión de mi blog del 25 de julio de 2018, El problema de la amargura). Luego de años de luchas, aciertos y desaciertos, cada vez me di cuenta de que tenía muchas de las características de la depresión. El siguiente enlace, de Medline plus, te ofrece las características de la depresión: https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/003213.htm. Con el diagnóstico de depresión moderada y ansiedad, busqué tratamiento sicológico y acepté la realidad de usar medicamento; aunque me sentía muy mal por ello. Porque ante los ojos de muchos religiosos; yo estaba mal, porque “se supone que los cristianos no vayan a psicólogos ni reciban tratamiento psiquiátrico”. Imagina como yo me sentía. También, sentía un peso adicional  porque fui pastora y líder cristiana.

Nada más lejos de la realidad, porque los cristianos, pastores y líderes somos humanos. Tenemos sueños e ideales que muchas veces se van al piso, aunque hayamos orado. Porque somos seres emocionales que nos da coraje, envidia, celos, tristeza, desánimo y demás sentimientos que te puedas imaginar. Porque somos de carne y hueso que nos enfermamos y cansamos. Esa era la explicación que mi amigo pastor trataba de expresar en Facebook. Es lo que yo experimenté en tantos años de lucha, tratando de salir de un pozo que era imposible hacerlo sola. En el libro de los Salmos, el salmista expresa sentimientos de depresión: Y dije: “¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto.” Salmos 55:6-7

La diferencia es que aquellos que creemos en Dios, recurrimos a él por auxilio; PERO, yo necesité tratamiento sicológico y farmacológico. Los pastores de quien está relacionada las noticias, no soportaron el empuje y claudicaron; porque eran humanos. Por eso, es tan importante no quedarse callado. No te tragues tu dolor y tu depresión, porque explotará dentro de ti.

cortesía: Elizabeth Acosta
No te quedes sola. Haz una llamada. Busca ayuda. Llama al 911. Recibe tratamiento. Ora. Canta. Medita. Lee la Biblia y libros de inspiración. Has ejercicios. Busca la esperanza. Habla y no te calles. Aunque te sientas invisible, no lo eres. Mira hacia arriba. Dios está contigo y te ama.